NO TRABAJES. SÉ ODIADO. AMA A ALGUIEN.
Quiero agradecer esta oportunidad de impartir este discurso. Es un honor y un privilegio para mí poder hablar durante diez minutos sin miedo de ser contradicho, difamado o sufrir represalias. Digo esto como singapurense y en especial como marido.
Mi esposa es una persona maravillosa y es perfecta en todos los sentidos menos en uno: es editora de una revista; su trabajo consiste en corregir a otra gente. Ha perfeccionado sus aptitudes durante un cuarto de siglo, principalmente en sus conversaciones conmigo.
Por otro lado, yo soy un abogado litigante. En esencia, paso el día haciendo ver a otras personas lo equivocadas que están. Me gano la vida llevando la contraria a los demás.
Y a pesar de todo, hay armonía en nuestro hogar matrimonial. Y eso es porque cuando una editora y un abogado discuten, siempre gana la mujer.
De modo que quiero empezar dando un consejo a los chicos que me escucháis: una vez que os hayáis ganado el corazón de vuestras chicas, no necesitáis salir victoriosos de cada discusión.
El matrimonio se considera uno de los hitos de la vida. Algunos estaréis ya casados; otros nunca lo estaréis; otros os casaréis en el futuro. Algunos de hecho disfrutaréis tanto la experiencia que os casaréis más de una vez; me parece muy bien.
El siguiente gran hito de vuestra vida está sucediendo hoy mismo: vuestra graduación. El fin de vuestra educación. Ya habéis terminado de aprender.
Seguramente os han contado esa gran mentira de que “la vida es un continuo aprendizaje”, y en consecuencia seguiréis estudiando y haciendo másters, posgrados, doctorados y demás. ¿Sabéis qué tipo de gente os viene con ese cuento? Los profesores. ¿No apreciáis un cierto conflicto de interés? Al fin y al cabo, ellos viven de la educación. ¿Qué harían sin vosotros? Necesitan que seáis clientes recurrentes.
La buena noticia es que están equivocados.
La mala noticia es que no necesitáis formaros más porque vuestra vida se ha terminado ya. Del todo. Os puede resultar chocante; al fin y al cabo, sois todavía adolescentes o veinteañeros. La gente os dirá que viviréis hasta cumplir 70, 80 o incluso 90 años. Es vuestra esperanza de vida.
Me encanta esa expresión: “esperanza de vida”. Comprendemos que es una media estadística de la duración de la vida de un conjunto de personas. Pero yo vengo aquí a hablar de un concepto mucho más importante: qué esperáis de vuestra vida.
(…)
Aquí estáis vosotros, veinteañeros, pensando que tendréis por lo menos otros cuarenta años más que vivir. Cuatro décadas largas en las que prosperar.
Malas noticias: leed los periódicos. Continuamente se muere gente con 50, 40, 30 años. Incluso justo después de terminar su graduación. Les decepcionaría mucho no haber alcanzado la edad de su esperanza de vida.
Así que esto es lo que vengo a deciros: ¡olvidaos de vuestra esperanza de vida! Al fin y al cabo, es un promedio. Y vosotros NUNCA querréis ser personas promedio.
Revisad vuestras expectativas. Seguramente aspiráis a trabajar, enamoraros, casaros y formar una familia. Como recién graduados, se os dice que podéis aspirar a conseguir un trabajo con una cierta remuneración, con unos ciertos horarios, y unas ciertas responsabilidades.
Eso es lo que se espera de vosotros. Y si vosotros asumís esas expectativas como propias, habréis malgastado vuestra vida. Os habréis marcado unos límites. Viviréis dentro de unas fronteras que otros han establecido para personas del promedio, corrientes. No tengo nada contra la gente corriente. Pero nadie debería aspirar a ser uno más. Y no necesitas años de formación para prepararte a ser uno más.
LA VIDA ES COMPLICADA
Tenéis que prepararos para vivir un lío permanente. La vida es así. No tienes derecho a esperar nada concreto de ella. La vida no es justa. Lo bueno no compensa lo malo al final. La vida pasa, y no la controlas. Cada día, cada hora, cada momento, te pasarán cosas buenas y malas. Vuestro título recién conseguido es una armadura muy endeble contra el destino.
No déis nada por supuesto. Borrad vuestras expectativas. Simplemente, VIVID. Vuestra vida termina ahora. En este mismo instante, habéis crecido todo lo altos que vais a crecer, estáis en vuestro mejor momento físico, y seguramente nunca seréis más guapos que ahora. No hay nada mejor que esto. Desde ahora, todo irá cuesta abajo. O cuesta arriba. Nadie lo sabe.
¿Qué quiere decir esto en la práctica? Que es bueno que se haya terminado vuestra vida. Porque eso quiere decir que sois libres. Permitidme deciros todas las cosas maravillosas que podéis hacer ahora que sois libres.
RESISTID LA TENTACIÓN DE TENER UN TRABAJO. EN VEZ DE ESO, JUGAD.
Esto es lo más importante: no trabajéis. Trabajo es todo aquello que uno hace por obligación. Por su propia naturaleza, no es lo que queréis hacer.
Trabajar mata. Los japoneses tienen un término, Karoshi, que significa morir por exceso de trabajo. Esa es la forma más drástica en la que trabajar te mata. Pero también te puede matar de forma más sutil. Si trabajas, día a día, poco a poco, se va limando vuestro espíritu, desintegrándose hasta que desaparece. Una roca que se ha desmenuzado en arena y polvo.
Se suele pensar erróneamente que es necesario trabajar. Conoceréis a gente desempeñando trabajos miserables. Os dirán que se están “ganando la vida”. De eso nada. Se están muriendo, malgastando sus efímeras vidas haciendo cosas que les son irrelevantes, en el mejor de los casos, o dañinas, en el peor.
Os dirán que el trabajo ennoblece, que te dignifica. El trabajo os hará libres. Ese eslógan “Arbeit macht frei” presidía la entrada a varios campos de concentración nazi. Es una tomadura de pelo.
No perdáis lo mejor de vuestras vidas haciendo algo que odiáis para poder pasar la pequeña parte restante de vuestra vida en una relativa comodidad. Quizá nunca consigáis ese fin de todas formas.
Resistid la tentación de encontrar un trabajo. En vez de eso, jugad. Buscad algo que os gusta hacer. Y hacedlo, una y otra vez. Acabaréis siendo buenos en ello por dos razones: porque os gusta, y por pura práctica. Esto último tendrá un valor por sí mismo.
Me encanta discutir y me encanta el lenguaje, así que me convertí en un abogado litigante. Lo disfruto e incluso lo haría gratis. Si no estuviera haciendo esto, estaría trabajando en algo parecido que implicara escribir sobre ficción, como por ejemplo periodista deportivo.
Entonces, ¿qué debéis hacer? Buscad vuestro nicho personal. No creo que tengáis que esforzaros mucho para encontrarlo. A estas alturas de vuestras vidas, ya tendréis una buena idea de que es lo que os gusta hacer. De hecho, voy a ir más allá y diré que lo ideal sería que no fuerais capaces de dejar de hacer aquello que os apasiona. A día de hoy ya conoceréis vuestras obsesiones. Si os gusta presumir de lo mucho que sabéis y haceros los superiores, deberíais dedicaros a ser profesores.
Buscad aquella actividad que os llena de energía, os consume, se convierte en una obsesión. Cada día deberíais amanecer con un entusiasmo sin fin. Si no es así, estáis trabajando.
Muchos de vosotros os dedicaréis al mundo de la comunicación. Tengo un segundo mensaje para vosotros: sed cautelosos con la verdad. No os estoy pidiendo que la digáis o la escribáis, porque hay veces que es peligroso o imposible hacerlo. La verdad tiene el poder de ofender y herir, y descubriréis que cuanto más cercanos os sentís a otras personas, más cuidado tendréis que tener para maquillar o incluso esconder la verdad. A veces la virtud está en ser elusivo. Hay que ser habilidoso para ello. Cualquier niño puede soltar la verdad, sin pensar en sus consecuencias. Hay que tener mucha madurez para saber callarla.
Para ser cauteloso con la verdad, primero debes conocerla. Eso exige mucha franqueza con uno mismo. No te engañes.
SED ODIADOS.
Os he dicho que vuestra vida se ha terminado, que no debéis trabajar, y que deberíais cuidaros de decir la verdad. Ahora os digo esto: sed odiados.
No es tan fácil como parece. ¿Conocéis a alguien que os odie? Ahora bien, toda persona que ha hecho alguna contribución clave para la humanidad ha sido objeto de odio, no sólo por una persona, sino por muchos. Ese odio ha sido tan potente que ha provocado que muchas de esas grandes personalidades hayan sido despreciadas, maltratadas, asesinadas, e incluso crucificadas.
No hay que ser malvado para ser odiado. De hecho, a menudo el odio llega como resultado de ser fiel a las propias convicciones. Es mucho más fácil ser querido; se trata únicamente de ser acomodaticio y no tener convicciones firmes. Tiendes a gravitar hacia el centro y te instalas cómodamente en el promedio. Ese no debe ser vuestro papel. Hay demasiada gente mala suelta por el mundo, y si no les estáis molestando, entonces vosotros mismos seréis malos. La popularidad es una señal inequívoca de que algo estáis haciendo mal.
AMAD A OTRO SER HUMANO.
Esta es la otra cara de la moneda: enamoraos.
Observad que no digo “sed amados”. Eso es más comprometido. Si uno cambia su aspecto físico, personalidad y valores, puede conseguir que otros le quieran.
En su lugar, os exhorto a amar a otro ser humano. Os parecerá raro que yo os diga esto. Quizá esperéis que el amor surja espontáneamente, sin buscarlo. Esto es una falacia. La sociedad moderna es contraria al amor. Tenemos puesto un microscopio para magnificar los defectos y errores de los demás. Es mucho más fácil encontrar motivos para no querer, que para querer. Basta un motivo para rechazar a alguien. Amar, por contra, exige una aceptación completa. Es un trabajo arduo. De hecho, es el único trabajo que creo que valga la pena.
Amar a otra persona es muy beneficioso. Es admiración, aprendizaje, atracción, y algo que, en nuestra búsqueda de una palabra que lo exprese mejor, llamamos felicidad. Querer a otro nos inspira a ser mejores en todos los sentidos. Descubrimos lo insignificantes que son las cosas materiales. Nos regocijamos de ser humanos. Amar es alimento para el alma.
Querer es por tanto muy importante, y es fundamental encontrar a la persona adecuada a la que amar.Por mucho que la cultura popular nos diga lo contrario, el amor no sucede de forma inesperada, en forma de flechazo, en mitad de una pista de baile abarrotada. Crece lentamente, hundiendo sus raíces en primer lugar, y brotando y floreciendo después. No es una hierba que se agita sino un árbol que aguanta firme una tormenta.
Descubriréis que cuando tienes alguien a quien amar a tu lado, su rostro importa menos que su cerebro, y su cuerpo importa menos que su corazón.
También descubriréis que tampoco es una tragedia que vuestro amor no sea correspondido. No amáis para que os amen de vuelta. Su valor está en que os inspira.
Por último, descubriréis que no hay medias tintas cuando se trata de amar a alguien. Si amas a alguien, lo haces con cada célula de tu cuerpo, completa y plenamente, sin reservas ni remordimientos. Te consume y renaces, para mejor.
No trabajéis. Cuidaos de decir la verdad. Sed odiados. Amad a alguien.