20 de noviembre de 2014
Hoy es un día triste, muy triste. Desde hoy hay una estrella más en el
cielo.
Hoy se ha ido una mujer maravillosa que me ha hecho vivir momentos
inolvidables en estos cuatro últimos años.
He tenido la inmensa fortuna de compartir ratitos muy especiales con
mi
querida Elena. Disfruté un poco de ella mientras estudiábamos
la carrera en la
misma clase.
Años después fue un privilegio poder trabajar con ella y descubrir
una profesional como la copa de un pino, además de una amabilidad,
simpatía y
sonrisa que no perdía en ninguna circunstancia. Pero sobre
todo, estoy muy
feliz porque estos cuatro últimos años han sido muy especiales.
Elena y yo
hemos compartido días duros y también esperanzadores,
pero sobre todo intensos…
Y Elenita siempre sonriendo, siempre, desde que la conocí hasta el
último día que la vi….
Ella me apoyaba a mí cuando yo estaba más baja, y me decía “vamos Palo,
a por ello, ya verás como no será importante y todo se arreglará. Hay que
disfrutar cada día”.
Y yo intentaba hacerlo con ella cuando pensaba
que lo necesitaba. Le decía “Elenita, que con esto podemos , las dos, de la
mano…. “. Se lo decía porque lo pensaba de corazón.
Las dos nos entendíamos con solo mirarnos. Sabíamos bien de qué va esta
maldita enfermedad. Tengo un montón de mensajes maravillosos que nos
escribimos y que conservaré toda mi vida, porque me dan
mucha alegría y fuerza
para seguir adelante.
Las dos caminábamos juntas por este sendero lleno de obstáculos ,
pero
íbamos de la mano. Coincidimos un sinfín de veces en el hospital, nos
contábamos nuestras cosas mientras estábamos con el tratamiento. Compartimos
confidencias, ilusiones, muchos miedos… conversaciones profundas que muchas
veces no terminábamos …
Las dos sabíamos muy bien de qué estábamos hablando.
Allá donde estés, mi querida Elena:
Quiero que todo el mundo sepa que fuiste una mujer valiente como no he
conocido otra.
Has sido para todos un ejemplo de superación, de serenidad, de
amor, de fortaleza, de generosidad, de adaptación a las trabas que esta
tremenda enfermedad te iba poniendo…. Pero a pesar de TODO nunca, jamás,
perdiste tu bonita sonrisa. Siempre tranquila, serena,
grande, inmensa, en paz…
Recuerdo muchos momentos de las dos en el hospital, sentadas mano a
mano…
Me contabas orgullosa las hazañas deportivas de Luis y Jimena, las
manualidades que te entretenían, las clases de restauración... En esos ratitos
me hablabas de tu increíble familia, de Silvestre, de cómo te mimaban y te
querían. Me contaste los preparativos de la comunión de Jimena, lo bien que
salió todo, lo feliz que fuiste por poder disfrutarla. Hablábamos de los
pequeños viajecillos que te hacían ilusión, de lo bien que estabas en el pueblo
sin el calor de Madrid….
Gracias Elena. Cada segundo que pasé contigo fue un regalo, y así lo
recordaré el resto de mi vida. Con tu presencia iluminabas todo lo que había a
tu alrededor.
Me consta que todo el Hospital de Día te adoraba (me lo
soplaban
porque sabían que éramos amigas, me decían “cómo es Elena!!”)….
Y
también sé que eras la paciente favorita de tu oncóloga. Me dijo una vez:
“es una maravilla tener a Elena como paciente”. Eras un ejemplo y hasta
ella estaba alucinada contigo…. ¡ Y como para no estarlo ¡
He tenido la suerte de conocer a tu gente, tu clan, a los que de verdad
tuvieron la fortuna de compartir su vida contigo. Silvestre es un hombre
increíble, grande, os recuerdo juntos desde la facultad…. Tu ya tan enamorada….
y no me extraña.
Era el hombre para ti, estaba claro, y así lo ha demostrado.
He conocido a tu padre, un señor adorable que recordaré siempre a tu
vera en el hospital, siempre tranquilo y sonriente, encantador. He podido
conocer a tu madre, a tus maravillosos hijos, a tus hermanos… Que familia
más humana, más unida, más excepcional e increíble. Me contabas que estabas
orgullosísima de todos ellos , y es para estarlo.
Se te caía la baba cuando
hablabas de ellos…. Las dos nos reíamos de nuestra familia “gitana”….
Estoy muy impresionada con la grandeza , generosidad y humanidad que
han demostrado durante todo este tiempo. Fui a verte el sábado , quería darte
un abrazo y tuve la fortuna de poder hablar contigo y verte sonreir una vez
más. Cuando me iba,
tu familia me dio ánimos para que siguiera luchando… Y lo
hicieron
con la entereza de saber que tu nos dejabas… Sabían quién era yo, mi
nombre….
Me impresionó su humanidad con mayúsculas. Se lo agradezco desde
lo
más profundo de mi corazón.
Me abrazaron como si yo también fuera de tu
familia, y me hicieron sentir así.
Tienen un ángel maravilloso que les cuidará siempre, no me cabe ninguna
duda.
Y tú, Elenita, seguirás de mi mano, iluminando mi camino. Sé que desde
el cielo me ayudarás, serás eternamente una fuente de inspiración para
mí, y con tu cariño seguiré pedaleando por las dos, te lo prometo.
Gracias por todo lo que me has dado y por todo lo que me has enseñado.
Jamás lo olvidaré.. Ojala hubiera podido pasar mucho más tiempo a tu
lado. Ha sido maravilloso, pero me ha sabido a poco.
Estarás en mi corazón el resto de mi vida. Siempre.
Tu sonrisa nunca se
apagará.
Te quiero Elena.